Yo no tengo una personalidad: yo soy un cocktail,
un conglomerado, una manifestación de
personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de
forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no
pasa media hora sin que me nazca una nueva
personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la
aglomeración de las que me rodean, que mi casa
parece el consultorio de una quiromántica de moda.
Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en
el corredor, en la cocina, en el W.C...
¡Imposible lograr un momento de tregua, de
descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la
promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me
convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo –
me pregunto- todas estas personalidades
inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero?